jueves, 2 de agosto de 2012

De delfines, peces, esponjas y emparejamientos


Delfín mular Tursiops truncatos cerca de la orilla en aguas pacíficas del norte del Perú.

Algunas especies de delfines, como el conocido delfín mular, Tursiops truncatus ofrecen soluciones tan imaginativas al problema de la búsqueda de alimento que dejan boquiabierto a cualquier experimentado científico. 

En las salinas de Carolina del Sur, los delfines mulares aprendieron a arrastrar a los cardúmenes de peces a las orillas produciendo un varamiento intencionado que les facilita la captura de la presa.

Mientras tanto, un poco más al sur, en las aguas someras de Florida, algunos grupos familiares de delfines han aprendido que moviendo la aleta caudal muy cerca del fondo, pueden conseguir formar anillos de lodo que actúan a modo de "red de humo", manteniedo a los peces dentro de su perímetro ficticio y facilitando la caza. 

Algunos delfines de Shark Bay, en Australia, son capaces de utilizar herramientas, todavía dándole una vuelta más de tuerca a su estrategia de caza. Estos delfines, han desarrollado un comportamiento cultural que se basa en la utilización de esponjas (Porifera) para remover los fondos y hacer que las presas salgan de sus escondrijos. Además, este comportamiento cultural y por tanto aprendido, determina los emparejamientos entre individuos. Es decir, los delfines que poseen la habilidad de usar esponjas, es más problable que se emparejen con otros individuos que también poseen esa capacidad que con los que no usan instrumentos de caza. Y es que los delfines, al igual que nosotros, son animales sociales y su pertenencia a un grupo ("esponjeadores- no esponjeadores") parece que condiciona su selección de pareja.  No deja de ser lógico pero aún así sorprendente.

Delfín y pescador.

Finalmente, y esta vez en Lagunas, Brasil, pescadores y delfines cooperan en un arte de pesca casi mágico. Los pescadores aguardan en la orilla la llegada de los delfines que arrastran a los peces hacia la costa. En el momento de su llegada comienza la pesca: los pescadores que forman un embudo humano en el agua, apenas separados unos metros de la orilla, sólo tienen que lanzar las redes al mar. Así consiguen sus presas y, a la vez, facilitan a los delfines, la captura de las peces acorralados y confundidos.  Un mutualismo casi casi fantástico.

Aquellos puramente antropocentristas, que siguen asegurando que la inteligencia es una capacidad exclusivamente humana, aqui tienen un pequeño motivo de reflexión.