Mi nombre es Manuel, tengo 29 años y vivo en una pequeña capital de
provincia del noroeste español. Estudié Biología, hice un máster, el doctorado
y hablo inglés. Durante mi formación académica, pagada con dinero público, tuve
la oportunidad de trabajar en Sudamérica, Norteamérica y en otro país europeo.
Al expresidente Zapatero le reprocho sus promesas incumplidas con la autonomía
leonesa, pero le agradezco que sus políticas hayan mejorado la calidad de vida
de un amigo con discapacidad física. No soporto el tono de voz hilarante y
agresivo del ministro de Economía, Luis de Guindos. Siento vergüenza al
escuchar las declaraciones suicidas con las que la consejera de Educación,
Cultura y Deporte defiende los recortes en Investigación. Me pregunto
frecuentemente por qué tanto Aznar como Rajoy tienen alguna tara en el labio que
les incapacita para vocalizar con normalidad. Y considero que en este país los
políticos vascos son los más profesionales y serios en el desarrollo de su labor.
Además, tengo que admitir que suelo ver los documentales de La 2, y de vez en
cuando Saber y Ganar. Podríamos decir
que soy uno de tantos jóvenes de este país que estamos lo “suficientemente”
preparados pero sin saber muy bien para qué. Desde el mes de marzo, ni tengo
trabajo remunerado, ni ingresos económicos de ningún tipo. Queda claro que
desde entonces, mis padres han vuelto a ser mis benefactores.
Por casualidades de la vida, hace un par de semanas me crucé con el Rector de la universidad en la que me licencié y me doctoré
mientras los dos paseábamos por la ciudad. Es un hombre de matemáticas, abierto
y dicharachero, que alardea humildemente de ser propietario de dos cátedras. A
pesar del elevado cargo que por reelección consecutiva ostenta, le encanta
conversar con alumnos, exalumnos o cualquier miembro de la comunidad
universitaria. De modo que me brindó 15 minutos de su apretada agenda, en los
que aproveché para charlar acerca de los temas de más actualidad: recortes y
crisis, ó crisis y recortes. El buen hombre, acababa de llegar de un encuentro
con el consejero de Educación de la comunidad autónoma y se podía percibir en
él abatimiento y desánimo, debido a los recortes a los que la Universidad tendrá que
hacer frente. Además, me hizo partícipe de su intención, en cuanto finalice su
último mandato como Rector, de pegar el salto a la política profesional. Al
final de la conversación le pedí consejo: “entonces
Sr. Rector, ¿qué le recomendaría a un joven en mi situación?”, me contestó
con rotundidad y seguro de lo que decía: “abandonad
el barco, id a otro país dónde se os valore profesionalmente, aquí no podréis
desarrollaros”. Ciertamente y viniendo de una persona cuyo cargo debe ser
tratado de Magnífico, me quedé sorprendido, estupefacto, ya que esperaba una
respuesta más elevada, más ilustrada, algo que no hubiera oído ya en el bar del
pueblo. En un alarde de locura y de poco sentido común, le respondí con otra
pregunta: “y por qué no se va ud. y deja sus
dos cátedras para las nuevas generaciones”, a lo que me respondió: “porque yo tengo 55 años y la vida ya hecha
aquí”. En ese momento, paré dos segundos y no le espeté lo que se me estaba
pasando por la cabeza (¡precisamente por
eso es por lo que puede ud. abandonar el barco, porque tiene la vida hecha y
porque lo que sobran en este país son políticos sin formación y no jóvenes
preparados!). Por algún extraño tipo de lucidez que me invadió, ese
pensamiento no se materializó en palabras y el Rector y yo tuvimos una
despedida educada y cordial.
Resulta decepcionante escuchar que el camino a seguir para poder desarrollarnos
profesionalmente pasa únicamente por irse a otro país. Ese derrotismo a menudo
es transmitido por personas que en cuanto terminaron su formación, allá por los
años 80, casi de forma inmediata pasaron a ocupar algún puesto público sin
mayor competencia. Por aquél entonces los pocos que alcanzaban altos niveles académicos
solían proceder de las familias más pudientes de este país, y esto sigue siendo
muy común hoy día. La falta de planificación que supone para el Estado la
inversión en formación de jóvenes que luego pasan a formar parte del capital o
del desarrollo extranjero, no me parece que sea digna de alabanza. Irse es una
opción tan buena y tan mala como quedarse, pero no es la única. La tónica
general que se respira en este país es que los jóvenes formados aquí no tienen
lugar. Pero en la vida de muchos jóvenes ganar 1000 euros más al mes pagando el
precio de renunciar a su gente, a su cultura, a sus raíces ó simplemente a ver
envejecer a su padre, no les compensa. Me incluyo entre ellos, y pido el mismo
respeto y admiración que les otorgamos a los que deciden abandonar el barco por mil euros más en la nómina.
Cantaba Mercedes Sosa que desafortunado
es el que tiene que marchar a vivir otra cultura diferente. Pero desde que
vemos programas del estilo Españoles por el Mundo, parece que todos los que están fuera viven más felices y mejor que
los que hemos decidido quedarnos y reinventarnos en nuestra tierra. Sin
embargo, la emigración está llena de historias desafortunadas, de desarraigo,
de nostalgia y de miseria, y estos programas de TV sólo nos muestran una cara,
la bonita de la emigración, es decir, tergiversan la realidad para mantenernos
enganchados, entretenidos.
Resumiendo esta historia de jóvenes y rectores con inquietudes políticas,
he de decir que en este país no hay exceso de jóvenes sobradamente preparados, sino
de políticos sin formación, cínicos, incapaces y populistas que buscan
únicamente su enriquecimiento personal. Consecuentemente, su labor política
fomenta la fuga de cerebros en vez de
mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, que aumentaría si hubiera más
profesionales altamente cualificados trabajando. Estos políticos, que no lo son
todos, son capaces únicamente de vender humo y alarmismo social. Son
incompetentes y sin embargo no tienen que abandonar
el barco, aquí hay sitio para ellos…
Confiemos en que las dos cátedras del Rector de mi universidad aplicadas al
ejercicio político no contribuyan tan sólo al alarmismo social. Y para
terminar, las palabras de otro hombre de ciencias al igual que el Rector,
Albert Einstein: Quien atribuye a la
crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los
problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la
incompetencia.
Manuel A. González
100% de acuerdo! Buena reflexión!
ResponderEliminarLa única sólución para España es tirar a los incompetentes fuera del barco para que se los coman los tiburones y permitir que los científicos y personas con criterio cojan el mando del timón y giren el la dirección del barco hacia un rumbo donde las aguas sean menos turbulentas y donde haya sitio para todos aquellos que quieran poder mejorar su vida y no unos pocos (como pasa en España).
Hola Manu, soy Noelia (de Lugueros), buenas reflexiones...
ResponderEliminarEs cierto que la que está cayendo es buena y creo que nos espera a los jóvenes un futuro no muy esperanzador, pero hay que seguir adelante, pq el futuro lo debemos construir los jóvenes, precisamente porque somos los que vamos a vivir ese futuro.
Creo que es bueno despertar un espíritu crítico, yo soy otra indignada más... la política está muy utilizada para intereses personales, aunque creo que siempre hay políticos q luchan por la ciudadanía. Todos podemos hacer política y reclamar otro mundo diferente, la forma es la cooperación y el asociacionismo.
Mucho ánimo en tu futuro inmediato! xD
Noelia.
Me ha gustado mucho tu entrada Manu!
ResponderEliminarUnas reflexiones muy acertadas.
Es una auténtica pena que la única ocurrencia de todo un rector sea irse fuera... me recuerda al comentario de una profesora de la facultad que en último año de carrera nos alentaba a preparar una oposición a secundaria, pues consideraba que era la única opción viable para un futuro biólogo (y de eso hace ya más de diez años...)
Creo que la actitud derrotista de nuestra sociedad y especialmente de sus miembros más "notables" es una nuestros problemas más serios...
Ánimo en esta nueva etapa!
Un abrazu.
Jose (SIGMA)