jueves, 18 de abril de 2019

Tomates y tortugas en la España seca

Las montañas de Murcia y Almería forman parte de esa España semidesértica. Las laderas de esparto (Stipa tenacissima) sobreviven a la oscilación térmica y a la escasez de agua. La primavera es colorida, efímera y vertiginosa. Las aromáticas se adaptan a las condiciones y lo llenan todo del olor del Mediterráneo. Y también hasta hace unos años, la vaguadas más sombrías y quizás surcadas por una rambla que refresca y humedece, se rodeaban de cortijos aterrazados dónde almendros, higueras y olivos sobrevivían al abrigo de los humanos que los aprovechaban. Hoy, las montoneras de piedras, caña y teja árabe de los cortijos se van integrando en el paisaje sin énfasis de supervivencia. Las terrazas se desdibujan y los árboles se van naturalizando en las laderas semidesérticas de la Sierra de Almenara (Murcia).  Las sensaciones te acercan al Marruecos del Atlas en un pasaije hermos y que incluso parece remoto y aislado.

Sierra de Almenara con el Talayón a la derecha

 La realidad es otra. Cada recodo pequeño o grande que resulta ser llano y accesible entre estas montañas se ha convertido en un mar de plástico. Y así, es la huerta que transforma a la España seca. Los tomates, melones, judías que llegan a nuestras mesas y, sobretodo, a las Europeas en invierno se cultivan en una tierra a la que no le falta el sol pero no le llega el agua. En una tierra horadada de pozos y regada de trasvases. En una tierra que consume millones de toneladas de plástico de un solo uso. En una tierra explotada hasta las 3 cosechas al año. Donde el trabajo es una nueva forma de exclavitud que sólo "aceptan" los emigrantes. Donde tan sólo unas pocas compañías se lucran de manera obscena hasta la extenuación de la tierra. Gracias a esto comemos tomates en invierno. Pero ¿cómo puede ser que las sierras más secas de nuestro territorio sean las que nos los proporcionen?

Mar del plástico para cultivo de melones y sandías y la fondo la sierra

 Por otro lado, y en los huecos a los que no llega el mar de plástico, resiste este "fósil viviente" que nos une con el resto del Mediterráneo. Es una tortuga de tierra, la tortuga mora (Testudo graeca). Una joya viviente que sobrevive, para mí milagrosamente, recluida o restrigida (mucho) a unos pocos sitios de Murcia, Almería, Huelva y Mallorca. A pesar de la transformación en regadíos, a pesar del plástico, a pesar de lo fácil que es llevarla para casa como animal de compañía...en fin, muy a pesar de los esfuerzos humanos porque no lo haga. 
Quizás está aún ahí para recordarnos, de vez en cuando, la insensatez y la estupidez de haber convertido así, a la España seca en la huerta de invierno de nuestras mesas.

Tortuga mora en un cortijo abandonado de la sierra de Almenara

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