lunes, 2 de abril de 2012

El TransAmazónico

El puerto de Yurimaguas huele a plátano frito y miseria. Bullicioso, embarrado y sucio, podría ser la versión pobre y actual de los cruceros que navegaban el Mississippi en el siglo XIX. Un barco con pretensiones de Transatlántico recorre los rios amazónicos. Más de 600 km y unas 40 horas de viaje fantástico nos separan de Iquitos, capital de la Amazonía peruana. 

El río Huallaga a la altura de Yurimaguas ya parece más grande que el Danubio en Viena. Un poco más adelante, a la altura de Lagunas, se le une el Marañón,  y pasado Nauta, el Ucayali que viene de Pucallpa. Ahí sí, al gran río formado por la confluencia de éstos a su vez, grandes ríos, se le llama Amazonas. El Amazonas, dinámico, cambiante y vivo, bañaba hace unos pocos años el malecón colonial y decadente de Iquitos. Ahora, la ciudad sólo se asoma en uno de sus extremos a la orilla de un cauce que puede alcanzar los 30 km. de ancho durante la estación de lluvias.

Esperando al barco
La lancha es un gran mercado flotante. A su llegada a cada pueblito ribereño, una multitud apresurada de vendedores de frutas y pescado ahumado se abalanza desde sus canoas por un par de Soles que les solucionen el día. Los más afortunados cargan madera, yuca o plátanos para venderlos en el gran mercado de Iquitos. De repente, la lancha no avisa y se va... cada vendedor se apresura a bajarse como puede. Larga espera para apenas 10 min...quizás algunos hayan tenido suerte.

Vendedora subiendo al barco

El barco, mueve lento, como la lentitud de los rios Amazónicos, el curso diario de las vidas de estos pueblos. Pueblos humildes, en la región más pobre del Perú. Paradójicamente pobres en un lugar que fue centro económico mundial en la época del caucho, y que actualmente almacena las reservas peruanas del oro negro. Pero, como siempre, estas reservas las explotan otros.

Comercio flotante


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